Quizá nuestra cita
fuera una cita a ciegas;
no porque no nos supiéramos
sino porque ignorábamos
por donde escaparía tu sonrisa
ni por dónde
iban a salir mis mejillas.
Lo único que sabíamos
es que te gusto y tú
me gustas ...
Y así, te acompañé a la mesa,
ciego,
ciego por el olor
que desprendía tu pelo.
Y cómo lamenté soltar tu mano;
instante fue ...
pero eso no lo sabes
que no puedo estar
uno tan solo sin ti.
Que si fuera una cita
con otra persona
preferiría no estar
o, quizá,
llegar tarde.
Gonzalo Gamella, 4º ESO
No hay comentarios:
Publicar un comentario