domingo, 28 de enero de 2018

Hoy, 28 de enero, poesía ...

Poeta es aquel que ve todo cuanto le rodea desde el prisma de la poeticidad, esa magia que transforma el mundo haciéndolo más intenso; haciéndolo tan suyo por el sentimiento hasta los límites del gozo o del dolor. Para un poeta, esta es la concepción más auténtica y verdadera de la realidad; cuando esa visión se contrapone con otras viene el intento de regalar un poco de esa perspectiva por la que todo es más valioso ... La mejor forma de hacerlo es el verso. Quizá no lo logre, pero, fruto del intento, quedará un legado de belleza capaz de sanar almas y elevar otros corazones que lo reciban.
Este poema hiere ... extraordinario cómo un poeta puede traducir en palabras aquello que guarda y llevarlo a otros ojos, y lograr que sientan lo mismo. Ahí está el secreto que hizo que, un día, muchos nos enamorásemos de la poesía.

"Dondequiera que voy Grecia me hiere" (G. Seferis)

"Dondequiera que voy
Grecia me hiere.

En Pilion, entre los castaños, la túnica del Centauro
deslizábase entre el ramaje para envolver mi cuerpo,
mientras subía a la rampa y el mar me seguía
trepando él también como el mercurio de un termómetro,
hasta que encontramos las aguas de la montaña.
En Santorini, rozando las islas que se hundieron,
escuchando sonar una flauta entre las piedras pómez,
una flecha súbitamente lanzada
desde los confines de una juventud desaparecida
se clavó en mi mano.
En Micenas he levantado las grandes piedras y los tesoros de los Atridas.
Dormí al lado de ellos en el hotel de "La Bella Helena de Menelao"
y sólo desaparecieron al alba, cuando cantó Casandra,
con un gallo suspendido de su negra garganta.
En Spetsas, en Poros y en Miconos,
las barcarolas me laceraron.
¿Qué quieren aquellos que creen encontrarse
en Atenas o en el Pireo?
Uno que viene de Salamina le pregunta a otro: "No viene usted de la plaza Omonia?"
"- No - responde éste satisfecho - , yo vengo de la plaza Syndagma,
me encontré con Yannis y me pagó un helado".

Entretanto, Grecia viaja.
Nosotros lo ignoramos, ignoramos también que todos somos marineros sin empleo,
así como ignoramos cuán amargo es el puerto cuando los navíos han zarpado.
Y nos mofamos de aquellos que lo sienten.

¡Graciosa gente! Creen que están en el Ática y no están en ninguna parte.
Compran confites para casarse,
llevan en las manos "lociones capilares" y se hacen fotografiar,
como el hombre que hoy he visto
sentado frente a un telón de fondo con flores y palomas
que dejaba que la mano del viejo fotógrafo
le alisara las arrugas que marcaron en su rostro todos los pájaros del cielo.

Entretanto, Grecia viaja siempre,
y si vemos "el mar Egeo florecido de cadáveres"
son los que quisieron, nadando,
alcanzar el enorme navío;
los de los que estaban hartos de esperar los navíos que ya no zarpan,
el Elsi, el Samotracia, el Ambracicos.

Ahora que el Pireo se oscurece, los barcos pitan,
pitan sin cesar, pero ningún cabestrante se mueve,
ninguna cadena mojada ha cabrilleado con el último resplandor del sol que declina;
el capitán, emperifollado de oro y plata, permanece clavado en su puesto.

Dondequiera que voy
Grecia me hiere.
Cortinas de montañas, archipiélagos, granitos desnudos.
El navío que avanza se llama Ag-onía 937."

(A bordo del "Aulis", aguardando el instante de levantar las velas)

Verano de 1936 

No hay comentarios:

Publicar un comentario