domingo, 17 de abril de 2016

José Luis Morante: lirismo profundo en el misterio de lo cotidiano


[…] Estoy despierto.
Mientras discurre el día
me acompañas,
a salvo del reloj.

   
(De Ninguna parte, La Isla de Siltolá)
Reviso mis notas sobre José Luis Morante antes de comenzar esta reseña y es difícil emprender la escritura queriendo rendir justo homenaje a este profesor de Ciencias Sociales, excelente crítico y escritor que parece haber establecido una especie de pacto maravilloso con las letras por el que estas se rinden a su pluma, serenas, solemnes.
Ciertamente es difícil, y tratando de hallar comienzo a estas líneas se abre paso en mí el recuerdo tan vivo como lejano, diez años, del momento en que tuve el placer de conocer a José Luis. Yo aún luchaba por conseguir el puesto de profesora de Lengua y Literatura que ahora es mi trabajo y una de mis pasiones; y cumplía asistencia obligada a uno de esos cursos para profesores… Y no sé si es el destino que viene a veces a doblegar el desánimo, porque nunca he olvidado aquella conferencia sobre Rosa Chacel, a cargo del propio José Luis; no solo por su contenido, sino por esa especie de entusiasmo, de ese entregarse a lo que hace que nos transmitió … ese “querer ser como él algún día” en el sentido de poder compartir a viva voz el amor por las letras quedo ahí, como un poso que nos remolca cuando se vencen las fuerzas en aquel camino tan duro de la oposición… Y, al cabo de diez años, volví a hablar con él; yo sigo su labor, porque es encomiable, y porque todos necesitamos un ejemplo de quien aprender; y esperaba encontrar un hombre forjado por sus éxitos, distinto quizá del que yo conocí. Pero hallé un hombre sencillo, feliz con lo que hacía; por un momento me hizo olvidar tantas publicaciones suyas que lo situaban en una escala superior, falsamente inaccesible, y encontré un compañero, un profesor entusiasta profundamente emocionado porque sus alumnos lo acompañaban en la presentación de Re-generación. Así es José Luis Morante, intelectual, sabio… o quizá debamos decir humanamente intelectual con la sabiduría que le han otorgado los años. Lo que sí es cierto es que ha sabido dedicarse a aquello que ama, y hacerlo bien.
José Luis Morante nació en El Bohodón, Ávila, en 1956. Es profesor en el IES Duque de Rivas, en Rivas-Vaciamadrid, ciudad donde creó la revista Luna Llena y coordinó la revista gráfica y de textos Prima Littera durante una década. Fue director del periódico Señales de humo y subdirector de la colección de poesía “Cinco estaciones”. Su obra poética está formada por Rotonda con estatuas, Enemigo leal, Población activa, Causas y efectos, Largo recorrido, Un país lejano y La noche en blanco. Una amplia muestra de la misma se recoge en la antología Mapa de ruta (Maillot Amarillo, 2010). Entre sus premios destacan el Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, o el Premio Hermanos Argensola. Por el conjunto de su obra el Hogar de Ávila en Madrid le concedió el Premio Espadaña. Ha colaborado en diferentes periódicos con ensayos breves y colaboraciones críticas. También es autor del diario Reencuentros, el libro de entrevistas Palabras adentro, Protagonistas y secundarios -un conjunto de estudios sobre poesía contemporánea- y el libro de aforismos Mejores días. Ha preparado cuatro antologías y varias ediciones críticas, entre las que destacan los estudios sobre Luis Felipe Comendador, Herme G. Donis y las ediciones de Arquitecturas de la memoria de Joan Margarit y Ropa de calle de Luis García Montero, ambas para Letras Hispánicas. A principios de 2016, presenta su antología Re-generación, editada por Valparaíso, recogiendo una amplia muestra de la poesía española más joven.
Sin duda alguna, entre sus muchas facetas, José Luis es,  no sólo un gran poeta, sino un apasionado de la Poesía, a cuya difusión dedica gran parte de su trabajo; sobre esa última antología afirmaba: “Tengo la sensación de haber realizado un largo viaje lleno de rincones inéditos. Así que el asombro me dura todavía y con él la certeza de que vivimos un momento creativo de primera magnitud, con poetas que serán una presencia viva en el futuro.”
También soy yo
por la fidelidad a mis contradicciones,
por permitir gozoso,
cuando las plazoletas solitarias reivindican
el silencio y la sombra,
que un silencio me asalte en el espejo,
como un rastro de luz, leve, intangible,
e inicie una liturgia
con frecuencia de rito
de nombres, fechas, gestos
y túmulos de sueños
nadando alborozados en el mar
de una cronología sospechosa.

Tanta dulce mentira esconde a otro.

                          (“Autobiografía”, Causas y efectos, Sevilla, 1997)
“En mi poesía percibo una querencia natural por lo colectivo y una manera de caminar por aceras conocidas. Así que abordo una tradición de normalidad que explora lo novedoso de cada instante repetido y que busca el misterio de las cosas que pasan. Pretendo conocer lo circundante y en ello incluyo mi interioridad”. Así es, una poesía que parte de lo cotidiano, dotándolo de un especial lirismo –elegante, sencillo, fastuoso de belleza-, para ahondar en las profundidades de uno mismo arrastrando al lector que, en su fascinación, sigue verso tras verso una poética que lo ayuda a conocerse también a sí mismo, y a indagar en esa poesía que reside latente en la simplicidad suprema de cuanto lo rodea.
El miércoles pasado, José Luis estuvo muy presente en nuestro taller, con un poema que él mismo nos prestó con esa amabilidad que tan bien lo define. Un silencio mejor que cualquier aplauso predecesor de un sincero entusiasmo fue la respuesta unánime:
Casi nonagenario
-después de quince años de ceguera-
la evocación a tientas del pasado
equivale en mi padre
a resistencia.
El ahora es relente,
una cronología que tortura
con terapias y síntomas,
e ignora el leve aroma
de las flores de invierno.

Mi sedentaria angustia,
a cuerpo limpio,
no deja de pensar en cómo observa
aquello que no ve;
con serena sonrisa
enumera detalles
que debieron ser ciertos
y yo escucho sonámbulo,
mientras cierro los ojos.
Todo pasó, no importa
si el pasado no asiente
o la estricta verdad le contradice.

A veces su mirada resucita.
Posiciona en un mapa
imágenes dispersas.
Su voluntad es luz;
es el tacto que gira el picaporte
para abrir desde dentro
la puerta infranqueable.
           (Del libro Ninguna parte, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2013)
Lo que más le debemos es ese alimentar el entusiasmo de otros por las letras partiendo del suyo propio. Un entusiasmo recubierto de esa sabiduría tan propia sin olvidar que no camina solo, porque siempre ofrece su mano al que está dispuesto a emprender un sendero del que bien conoce ya los obstáculos y toda su grandeza.
                                                    Arganda del Rey, 16 de Abril de 2016.



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