[…]
Estoy despierto.
Mientras discurre el día
me acompañas,
a salvo del reloj.
(De Ninguna parte, La Isla de Siltolá)
Mientras discurre el día
me acompañas,
a salvo del reloj.
(De Ninguna parte, La Isla de Siltolá)
Reviso mis notas sobre José Luis
Morante antes de comenzar esta reseña y es difícil emprender la escritura queriendo rendir justo homenaje a este profesor de Ciencias Sociales, excelente
crítico y escritor que parece haber establecido una especie de pacto
maravilloso con las letras por el que estas se rinden a su pluma, serenas,
solemnes.
Ciertamente
es difícil, y tratando de hallar comienzo a estas líneas se abre paso en mí el
recuerdo tan vivo como lejano, diez años, del momento en que tuve el placer de
conocer a José Luis. Yo aún luchaba por conseguir el puesto de profesora de
Lengua y Literatura que ahora es mi trabajo y una de mis pasiones; y cumplía
asistencia obligada a uno de esos cursos para profesores… Y no sé si es el
destino que viene a veces a doblegar el desánimo, porque nunca he olvidado
aquella conferencia sobre Rosa Chacel, a cargo del propio José Luis; no solo
por su contenido, sino por esa especie de entusiasmo, de ese entregarse a lo
que hace que nos transmitió … ese “querer ser como él algún día” en el sentido
de poder compartir a viva voz el amor por las letras quedo ahí, como un poso
que nos remolca cuando se vencen las fuerzas en aquel camino tan duro de la
oposición… Y, al cabo de diez años, volví a hablar con él; yo sigo su labor,
porque es encomiable, y porque todos necesitamos un ejemplo de quien aprender;
y esperaba encontrar un hombre forjado por sus éxitos, distinto quizá del que yo
conocí. Pero hallé un hombre sencillo, feliz con lo que hacía; por un momento
me hizo olvidar tantas publicaciones suyas que lo situaban en una escala
superior, falsamente inaccesible, y encontré un compañero, un profesor
entusiasta profundamente emocionado porque sus alumnos lo acompañaban en la
presentación de Re-generación. Así es
José Luis Morante, intelectual, sabio… o quizá debamos decir humanamente
intelectual con la sabiduría que le han otorgado los años. Lo que sí es cierto
es que ha sabido dedicarse a aquello que ama, y hacerlo bien.
José Luis Morante nació en El
Bohodón, Ávila, en 1956. Es profesor en el IES Duque de Rivas, en
Rivas-Vaciamadrid, ciudad donde creó la revista Luna Llena y coordinó la revista gráfica y de textos Prima Littera durante una década. Fue
director del periódico Señales de humo
y subdirector de la colección de poesía “Cinco estaciones”. Su obra poética
está formada por Rotonda con estatuas,
Enemigo leal, Población activa, Causas y efectos, Largo recorrido, Un país
lejano y La noche en blanco. Una
amplia muestra de la misma se recoge en la antología Mapa de ruta (Maillot Amarillo, 2010). Entre sus premios destacan
el Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, o el
Premio Hermanos Argensola. Por el conjunto de su obra el Hogar de Ávila en
Madrid le concedió el Premio Espadaña. Ha colaborado en diferentes periódicos
con ensayos breves y colaboraciones críticas. También es autor del diario Reencuentros, el libro de entrevistas Palabras adentro, Protagonistas y
secundarios -un conjunto de estudios sobre poesía contemporánea-
y el libro de aforismos Mejores días.
Ha preparado cuatro antologías y varias ediciones críticas, entre las que
destacan los estudios sobre Luis Felipe Comendador, Herme G. Donis y las
ediciones de Arquitecturas de la memoria
de Joan Margarit y Ropa de calle de
Luis García Montero, ambas para Letras Hispánicas. A principios de 2016,
presenta su antología Re-generación,
editada por Valparaíso, recogiendo una amplia muestra de la poesía española más
joven.
Sin duda alguna, entre sus muchas
facetas, José Luis es, no sólo un gran
poeta, sino un apasionado de la Poesía, a cuya difusión dedica gran parte de su
trabajo; sobre esa última antología afirmaba: “Tengo la sensación de haber
realizado un largo viaje lleno de rincones inéditos. Así que el asombro me dura
todavía y con él la certeza de que vivimos un momento creativo de primera
magnitud, con poetas que serán una presencia viva en el futuro.”
También soy yo
por la fidelidad a
mis contradicciones,
por permitir gozoso,
cuando las plazoletas
solitarias reivindican
el silencio y la
sombra,
que un silencio me
asalte en el espejo,
como un rastro de
luz, leve, intangible,
e inicie una liturgia
con frecuencia de
rito
de nombres, fechas,
gestos
y túmulos de sueños
nadando alborozados
en el mar
de una cronología
sospechosa.
Tanta dulce mentira
esconde a otro.
(“Autobiografía”, Causas y efectos, Sevilla, 1997)
“En
mi poesía percibo una querencia natural por lo colectivo y una manera de
caminar por aceras conocidas. Así que abordo una tradición de normalidad que
explora lo novedoso de cada instante repetido y que busca el misterio de las
cosas que pasan. Pretendo conocer lo circundante y en ello incluyo mi
interioridad”. Así es, una poesía que parte de lo cotidiano, dotándolo de un
especial lirismo –elegante, sencillo, fastuoso de belleza-, para ahondar en las
profundidades de uno mismo arrastrando al lector que, en su fascinación, sigue
verso tras verso una poética que lo ayuda a conocerse también a sí mismo, y a
indagar en esa poesía que reside latente en la simplicidad suprema de cuanto lo
rodea.
El miércoles pasado, José Luis
estuvo muy presente en nuestro taller, con un poema que él mismo nos prestó con
esa amabilidad que tan bien lo define. Un silencio mejor que cualquier aplauso
predecesor de un sincero entusiasmo fue la respuesta unánime:
Casi nonagenario
-después de quince
años de ceguera-
la evocación a
tientas del pasado
equivale en mi padre
a resistencia.
El ahora es relente,
una cronología que
tortura
con terapias y
síntomas,
e ignora el leve
aroma
de las flores de
invierno.
Mi sedentaria
angustia,
a cuerpo limpio,
no deja de pensar en
cómo observa
aquello que no ve;
con serena sonrisa
enumera detalles
que debieron ser
ciertos
y yo escucho
sonámbulo,
mientras cierro los
ojos.
Todo pasó, no importa
si el pasado no
asiente
o la estricta verdad
le contradice.
A veces su mirada
resucita.
Posiciona en un mapa
imágenes dispersas.
Su voluntad es luz;
es el tacto que gira
el picaporte
para abrir desde
dentro
la puerta
infranqueable.
(Del libro Ninguna parte, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2013)
Lo que más le debemos es ese
alimentar el entusiasmo de otros por las letras partiendo del suyo propio. Un
entusiasmo recubierto de esa sabiduría tan propia sin olvidar que no camina
solo, porque siempre ofrece su mano al que está dispuesto a emprender un
sendero del que bien conoce ya los obstáculos y toda su grandeza.
Arganda del Rey, 16 de Abril de 2016.
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