Acercarse
a la poesía de Pablo Neruda es
adentrarse en el alma misma del poeta, sin necesidad de luchar contra
muros levantados por palabras vacías de espíritu.
Neruda
tiende sus lazos al corazón mismo de quien se aviene a sus versos de la mano de
un tono suave, sencillo, conversacional -"Tú sabes cómo es esto"- y
va ahondando en la materia de lo cotidiano; de ahí despega al temblor vibrante
de una pasión que parece retenida en la calma, para diluirse en ese oleaje que
arrasa con todo lo que no sea el amor fecundo que edifica al yo íntimo del
poeta. El yo escondido, verdadero que sale del amor intenso -no hay amor
diferente- se derrama, salpica las palabras del verso; Neruda tiene la maestría
de destruir el lenguaje previo y construirlo de nuevo, renacido, nutrido de sus
sentimientos con una clarividencia que lo convierte en espejo del alma. Neruda
tiene el don de la Poesía en su mano, en su ser desde la génesis del mismo; en
sus ojos late un mundo sediento de ser retratado por el lirismo llameante que
habita al poeta.
Acercarse
a la poesía de Neruda es sentarse, frente a frente, a la magia que hace nacer
el verso en todo el que se deja raptar por ella. Su escritura directa, desnuda
de otra pretensión que no sea acariciar a la amada con su voz, rasga el aire
que circunda sus poemas, y rompe con los supuestos sobre la entrega amorosa del
corazón que acaricia sus letras.
La
mirada del poeta se eleva por encima de horizontes que separan lo cotidiano de
la belleza absoluta; se levanta sobre la distancia que hace sangrar el dolor de
los amantes; se superpone al prosaísmo de la existencia y la vuelca a ese lado
del mundo invisible a los ojos que cierran la puerta a la Poesía.
En
este poema, Neruda parte de un condicional presente en todo su desarrollo, que
rompe con la desesperanza de una separación que se torna incierta por ese
"si cada día, ... si cada día..." porque en la repetición de la
fuente del consuelo posible, del retorno buscado, del amor, está la fe en lo
perdurable del sentimiento verdadero más allá de contingencias que se
esfumarían de pronto con la mirada de ella.
Neruda
y el amor; el poeta y el destino apasionado de un hombre que encontró en la
Poesía la expresión más absoluta de la esencia del ser humano. El hombre no es
nada sin ese amor que sublima su espíritu, que lo sumerge en un ascenso capaz
de culminar con esa pasión palpitante, catarsis de la tristeza y el dolor, que
transfigura su existencia en un ser para la amada, para el Amor, para la
Poesía.
Quiero
que sepas
una
cosa.
Tú
sabes cómo es esto:
la
luna de cristal, la rama roja
del
lento otoño en mi ventana,
si
toco
junto
al fuego
la
impalpable ceniza
o
el arrugado cuerpo de la leña,
todo
me lleva a ti,
como
si todo lo que existe,
aromas,
luz, metales,
fueran
pequeños barcos que navegan
hacia
las islas tuyas que me aguardan.
Ahora
bien,
si
poco a poco dejas de quererme
dejaré
de quererte poco a poco.
Si
de pronto
me
olvidas
no
me busques,
que
ya te habré olvidado.
Si
consideras largo y loco
el
viento de banderas
que
pasa por mi vida
y
te decides
a
dejarme a la orilla
del
corazón en que tengo raíces,
piensa
que
en ese día,
a
esa hora
levantaré
los brazos
y
saldrán mis raíces
a
buscar otra tierra.
Pero
si
cada día,
cada
hora
sientes
que a mí estás destinada
con
dulzura implacable.
Si
cada día sube
una
flor a tus labios a buscarme,
ay
amor mío, ay mía,
en
mí todo ese fuego se repite,
en
mí nada se apaga ni se olvida,
mi
amor se nutre de tu amor, amada,
y
mientras vivas estará en tus brazos
sin
salir de los míos.
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